De la autora:
Andrea Mazas (Salamanca, 1981) es licenciada en Comunicación Audiovisual, editora y correctora profesional.
Ha participado en diversas publicaciones colectivas, como Punto de Partida (UNAM, 2010; selección de Ben Clark); Qué será ser tú. Antología de poesía por la igualdad (Universidad de Sevilla, 2018; selección de Ana Pérez Cañamares y María Ángeles Maeso) e Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres (Baile del Sol, 2019; selección de Alberto García Teresa), entre otras.
En 2010 coeditó con Marta Viera Adán y Eva, de Jaime Sabines (Ediciones Mar Futura), y en 2017 publicó Mi columna vertebral (Baile del Sol).
Un abismo que no se canta es su segundo libro.
«Las páginas de esta obra nos presentan un poderoso bosque lírico rico en pequeños ecosistemas, repleto de árboles que nos abren, progresivamente, nuevos matices al observar con atención sus propios microuniversos. Pero sin perder la singularidad ni emborronar el entramado de las ramas. Una historia rodea cada pieza y permite que circule oxígeno a su alrededor para aproximarse con calma y respeto. Y, por debajo de todo ello, el sustrato sobre el que detenerse para apreciar la humedad que da alimento: la muerte, la ausencia, la memoria, el amor. La vida. Un poemario para no salir indemne». Alberto García-Teresa.
Como el vecino que viene a pedir azúcar,... o sal.
Como el amigo que viene de visita.
Así, entro de nuevo en la casa de Andrea Mazas, conociendo los vestigios de su columna vertebral y siguiéndola desde la admiración y el corazón.
Existe en Andrea la capacidad de creación y de transformación que solo tienen las verdaderas poetas tocadas por las musas, o de las verdaderas musas que confieren poemas. A veces Melpómene, a veces Erato, pues hay momentos para todo en la vida, o bien pensado, en la vida todo son momentos.
Cuando se nos cierne el abismo, ese que no se canta, ese que no se toca, pero que se siente.
Cuando alguien me diga adiós,.. o hasta luego.
Cuando alguien traspase la línea del ser o no ser, me valdré de tus versos, me valdré de tu poesía para reforzar los botones de mi camisa, cual Calíope, y recordar las últimas trazas de este poemario.
Gracias, vecina, amiga, por compartir con nosotros el azúcar y la sal.
Valoración: 9 / 10 Sobresaliente
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