1. El ladrón de cuadernos, de Gianni Solla. Tusquets Editores.
Septiembre de 1942. En el pueblo de Tora e Piccilli (sur de Italia), Davide pasa sus días, a veces incluso sus noches, con los cerdos que cuida. Cojea desde que nació, sus compañeros de escuela se burlan de él, y su padre, admirador de Mussolini, lo maltrata. Solo Teresa, que trabaja en la tienda familiar, tiene el coraje de defenderlo en el colegio y de animarlo a que aprenda a escribir. Davide lo intenta, pero no puede imaginar otra existencia que la que le ha tocado en suerte. Teresa, en cambio, no hace más que repetir que algún día ella se irá de Tora. La vida de los dos cambiará con la llegada de treinta y seis judíos de Nápoles, enviados al pueblo por las autoridades fascistas. Uno de los chicos recién llegados, Nicolas, trae consigo un mundo desconocido que suscita al principio la animadversión de todos, incluida la de Davide. Sin embargo, en medio de la guerra, la amistad que surja entre los tres tendrá que superar, hasta el final, muchos obstáculos.
2. Esta no soy yo, de Liliana Viola. Tusquets Editores.
Aurora Venturini irrumpió como un ciclón en la literatura argentina a los ochenta y cinco años al ganar un premio dedicado a descubrir nuevas voces. El jurado de aquel certamen no tenía noticias previas de ella, y fue tal el desconcierto inicial y el estruendo posterior que provocó, que la anécdota se sigue explicando con cada nuevo libro de Venturini que se publica. Pero ¿quién había sido antes?; ¿por qué no era conocida? Dueña de un estilo excepcional, alejada de los circuitos literarios de la época, Venturini llevó una vida reservada en su ciudad natal, La Plata, desde donde viajaba con frecuencia a Europa en busca de sus ancestros. En sus textos, fue dando forma a una carrera plagada de datos falsos, que contribuyeron a crear la insólita aura de misterio que siempre la acompañaba. Liliana Viola, albacea de su legado, se adentra en su obra —la publicada y la inédita— para rescatar a una genia singular, la genuina autora de Las primas. Esta no soy yo es la biografía de una narradora portentosa, que se lee con el mismo asombro que despierta cualquiera de sus deslumbrantes novelas.
3. Una navidad así, de varios autores. Tusquets Editorial.
Pensar en la Navidad es
imaginar familias felices que sostienen tazones humeantes frente a la chimenea,
cenas opíparas servidas con cubiertos de plata, calles cuajadas de nieve, vaho
en las ventanas, abetos engalanados. Es invocar la nieve, el trineo de Santa
Claus, las casas enormes decoradas con luces y estrellas, muñecos de nieve
impávidos que sonríen bajo la nariz de zanahoria. Estampas que, sin duda,
nutren nuestro imaginario, pero apenas se corresponden con la realidad. Porque
quizá las navidades son menos navideñas de lo que creemos, y esas familias que
sonríen sin grietas, esos árboles sembrados de regalos, esos copos que caen con
suavidad y visten las calles son menos frecuentes de lo que podría parecer.
Julia Viejo, Marta Jiménez Serrano, Inés Martín Rodrigo, Munir Hachemi, Paco
Cerdà, Cristina Araújo Gámir, Andrea Fernández Plata y Daniel Ruiz nos cuentan
una Navidad alejada de ese imaginario tan manido para traernos otra más
auténtica, rara, distinta; una Navidad así.
4. Kafka, de Rüdiger Safranski. Tusquets Editores.
Rüdiger Safranski nos presenta a Kafka ante la tarea de escribir y se acerca así al secreto de unos textos que presagiaron en gran medida la condición humana de nuestro tiempo. En las cartas y otros documentos del genial autor, Safranski descubre los momentos de felicidad que Kafka experimentaba ante su escritorio, y también aquellos instantes en los que el mundo se le aparecía como completamente extraño y ajeno. A partir de semejantes experiencias en el límite, las obras de Kafka se entienden entonces con una fuerza insólita. Kafka, de Safranski, nos conduce de forma magistral al centro de una obra literaria que se cuenta entre las cimas de la literatura universal. Para el autor de El proceso o El castillo, escribir fue la existencia misma; la escritura significaba para él mucho más que realizar una obra perfecta, pues solo en aquella encontraba Kafka un refugio ante la culpa y las miserias del mundo.
5. El soldado desafinado, de Gilles Marchand. Editorial Seix Barral.
En el París de los años
veinte, un veterano recibe la misión de encontrar a un soldado desaparecido
durante la Gran Guerra. En busca de Émile, se adentra en los campos de batalla,
ahora fríos, e interroga a testigos que solo quieren olvidar. Pero en ese
caleidoscopio de relatos de dolor y sangre emerge una increíble historia de
amor en medio del infierno. A medida que su rastreo avanza, sobre toda Europa
comienzan a soplar nuevos vientos de guerra y nuestro héroe se aferra a esta
misión desesperada, única luz en un mundo que se hunde en las tinieblas.
Emotiva, llena de poesía y con la cadencia de
una melancólica canción, El soldado desafinado atraviesa la destrucción total
de la guerra, las vidas truncadas y la existencia de aquellos que sobrevivieron
con el alma rota hasta convertirse en una investigación vibrante, casi
detectivesca, en la que el lector está en vilo hasta el final, impulsado por
atisbos de esperanza pero consciente de que quien ha combatido llevará la
guerra consigo, bajo la piel, para siempre.